Hoy en España es el Día del Padre.
Lo que quiero con este post, es sobre todo, que veas el vídeo (de la ausencia del padre y las posibles consecuencias), lo que yo llamo la herida invisible. Hay personas que sienten esa herida por eventos o percepciones de falta de apego o amor condicional (amor con condición) por parte de su madre, otras por su padre, en la época de la infancia. Sea como sea, te servirá para ti o para entender desde donde actúan algunas personas (que aún van por la vida y sus decisiones, sin sanar esa herida).
Cada uno de nosotros (en algunos casos) arrastramos una historia de desamor en nuestra infancia. La época en la que no tenemos provisiones emocionales y sólo nos nutrimos de lo que viene de afuera (a veces simplemente, porque cuando somos niños, lo único que esperamos de nuestros cuidadores principales, sean los que sean, es: que nos amen, acepten y valoren de forma incondicional). Justo en esa época se está cociendo lo que luego será: nuestra autoestima (propia), valga la redundancia.
La cuestión y este proyecto, va justo de transcender esa percepción/esa posible herida en nuestra Autoestima, que tuvimos por darle valor, a esa falta de afecto de algún modo.
Sanar la herida invisible. Si no lo hacemos seguirá supurando incluso hasta el día de nuestra despedida física y nuestras decisiones (inconscientes) tendrán que ver con ella, y nuestro autodesamor (propio) también.
La mía tiene que ver con mi padre. En mi caso, mi viaje de sanación tiene todo, absolutamente todo, que ver, con aprender a no darle tanta importancia como se la doy al rechazo, al desamparo que me hace sentir todos los sentimientos que afiancé desde mi infancia esperando por un amor que no pudo ser.
Un día como hoy se me vienen a la mente mi padre y mi pseudopadre: Antonio Gala
Abrí el libro “La Soledad Sonora” de Antonio Gala, al lado de su firma escribía,
“ponme algo así, como una rayita en tu corazón”
desde entonces formó parte de mi alma, había hecho la travesía. Iba a acompañarme el resto de mis días, y así fue y así es, lo mismo que los recuerdos y la interpretación que hago de algunas cosas, de mi familia de allí, de todo lo que me llevo, del aprendizaje, del desamor y del Amor.
Mi padre biológico, me regaló: mi apellido Celis, La mitad de mi vida, la mitad de mis venas, mi querida abuela paterna, mi bisabuela paterna, mi exfamilia del otro lado del charco, algunos rasgos, los parecidos razonables, la mitad de mis venas, lo que viví y que me llevo puesto como huella dactilar. Las sonrisas de todos. Las Miradas. La Mirada. Los recuerdos con cada uno. Mi abuela y yo, amándonos hasta el infinito y más allá. Mi bisabuela y mi miniyo jugando al tute. Todas las historietas que se sabía de memoria, todos los besos y el amor que me llevo puestos para siempre.
Con estas, otras tantas como estas y otras tantas como la mitad de estas, me llaman el pastor de las 20 ovejas. ¿Cuantas ovejas tenía el pastor?
Mi padre durmiendo su borrachera diaria en su cuarto y a donde le llevamos la bandeja para comer. Mi abuelo, sus bromas cuando estaba bien (por la mañana). Por la tarde-noche el monstruo que nunca fue capaz de dejar de ser, arrasándolo todo con su HERIDA maldad a su paso.
Hace tiempo que he decidido decidir que el amor me alimente, por mi propio bien, por salvaguardarme. Guarecer. Afortunadamente ya se poner limites cuando la realidad me ha demostrado lo crueles que son las personas por decisión propia. (La saga de mis Celis. Lo peor de lo peor en su peor versión)
También recuerdo aquella vez que me quedé casi cuatro años con un tipo porque “me enamoré de él” y siempre me quedará la duda, papá, si fue por lo buen padre que era con su hija. Creo que ese fue el detonante, (el error de la codependencia de admirar desde lo que no tengo). Ese hombre tenía cualidades maravillosas de las que también pude aprender y disfrutar, pero en realidad, nunca tuvo nada que ver conmigo, sino con lo que yo creía que me faltaba a mi. Nunca fue la horma de ninguno de mis zapatos y mi herida invisible (entonces), me hizo quedarme ahí.
Y la que me quedé mas de 6 años, con alguien que me amó, como la primera vez que sentí el verdadero amor de un hombre por una mujer. Con el que me habitaron las mariposas cientos de días, años. Uff…Que delicia. Sería imposible que ni siquiera alcanzaras a entenderlo, papá.
O cuando me enamoré tan hasta las trancas de la codependencia, que desaparecí cuando se fue, tras dos años de relación. Menos mal que ni me casé, ni me hipotequé, ni tuve hijos, ni me suicidé…podría haberla liado muy parda, papá. Más aún de lo que ando diciendo que la lié, porque la lié.
Me enamoran los hombres que no son como tú, ese es mi requisito consciente, que no se te parezcan en nada.
De los que se te parecen me alejo.
He aprendido tanto, papá.
He amado tanto, incluso…y esto que te voy a decir, te va a alucinar: incluso a mi.
También me quedo con la tercera definición de huérfana de la rae;
3. adj. Falto de algo, y especialmente de amparo.
Hay huellas que se quedan para siempre, que te van marcando el camino, esa, la de falta de amparo, voy borrandola como puedo mientras voy, recordando a los que si supieron y quisieron guarecerme, eso que tú, no fuiste capaz de hacer pese a las personas que te quisimos. Pero te entiendo papá. Ambos, tú y yo, portamos la misma herida, la misma ausencia: la del amor de nuestro padre. Echo tanto de menos lo que no fuimos capaz de ser, ni hacer, papá.
Oda a Mi Padre, la mitad de mis venas.
Papá, me he pasado la vida echando de menos lo que no fuiste, aunque he aprendido a amar lo que si, a comprender tu herida.
Me quedo con el amor de quien me ha enseñado a quererte a pesar de ti. Como mamá dice: -si tú fueras como a mi me hubiera gustado que fueras, ya no serías tú, papá, serías otro y es a ti a quien ella me dijo que quisiera. En aquella ocasión, si fui obediente. Te quise todo lo que una niña sabe querer a su padre. Y hoy, después de todo lo aprendido y todo lo sanado, soy yo la que se arrepiente de no haberte dicho lo mucho que te quiero.
Yoteguarezcoati
Te quiero, a pesar de ti, como te quiso la abuela, la bisabuela, mamá todas las personas que me consta que te han querido. Formas parte de mis huellas aunque no hayas sabido o hayas podido estar. Ahora entiendo muchas cosas, pero tuve que herirme a mi para entenderte a ti y ese precio, a veces, no me gusta.
Cuantas veces me quedé mirando hacia arriba, papá, a tus ojos, cuando ni siquiera alcanzaba el medio metro del suelo, esperando tu abrazo, algunas palabras de aliento para alimentarme el resto de mi vida, algo, pero tú no mirabas (no podías). Hablabas con la abuela, hablabas con otros, mirabas a otro lado, mientras yo te miraba a ti. Estabas enfermo pero yo no lo sabía.
Tendría yo unos 33 años. Fue la primera y única vez que mi padre, mientras ponía su brazo sobre mis hombros, me apretó contra el y con mirada de soslayo me dijo:
-Nena, ¿tu sabes que te quiero mucho, verdad?.
-Con la mejor de mis sonrisas le dije, Si! Claro! (le mentí). Yo también te quiero mucho, respondí (en eso no mentí).
Este vídeo forma parte de la historia. Afortunadamente y gracias al aprendizaje que me regaló el Desarrollo Personal, supe perdonar o mejor dicho comprender a mi padre y a mi por no haber sabido hacerlo antes, ya que mi padre es realmente el niño herido, muchísimo mas que yo. En este otro articulo Tu entramado y Tú te enseño mi secreto. Supe que en realidad no hay nada ni nadie a quién perdonar, porque una vez nos quitamos el disfraz del rol de victima, ya no hay culpables.
Mi padre fue muchisimo mas niño herido que yo, por el abuso del suyo.
El Efecto Padre (La Ausencia de un Padre)
Ojalá sea cierto que hay un cielo y si lo hay, me gusta pensar que no hay alcohol, ni riñas, ni golpes, ni gritos, ni duelo, ni daño, ni heridas, ni sangre, sólo Amor. La abuela, la bisabuela y tú, rodeados de todo el amor que no fue posible en la tierra y la bisabuela que vaya y venga a ver a su hijo (tu padre y mi abuelo), el caso es que ahí estáis, esperándonos para cuando vayamos. Vosotros en vuestra casa y mis otros abuelos, en la de ellos (como siempre, pero mejor). Todos viviendo en el paraíso, sin daños y los perros y Serena, la que me encontró en la calle y decidió compartir conmigo tanto amor y la que vino después, mi otra querida Serena. (Por eso mi seudónimo durante tanto tiempo). Serena, se nos fue demasiado pronto por la negligencia de la veterinaria de Turón hará mas de 20 años ya y el Ser, que seguro la anda liando con las gallinas de los vecinos.
Papá: lo siento, te amo, perdóname. Te echo tanto de menos. En realidad llevo toda mi vida haciéndolo. Antes por no ser tú como yo quería que fueras y ahora por todas las veces que no supe decirte lo mucho que te quiero, por ser quien eres, con tus heridas infectadas incluidas. Tengo el antibiótico, papá. Aunque no funciona del todo, sirve para sanar gran parte de nuestra herida. A veces, la vida me recuerda que la mía, aún sigue abierta. El rechazo, no sentirme digna de amor, ni merecedora de todo lo bueno… sigue siendo mi talón de Aquiles pero nada duele tanto como antes.

El padre como ejemplo, como referencia. Negativa en este caso pero imprescindible para conformar nuestra idea de masculinidad.
Gracias por regalarme/nos otro pedazo de ti y hacerme pensar.
Un abrazo.
Referencia Negativa, en el sentido de lo que significa “no sanar nuestras heridas”, pero referencia positiva al entenderlas y comprender que él, mi querido creador, mi padre, no fue capaz de iniciar el camino de su sanación, pero fue capaz de crearme a mi, para que yo lo retomara. Dicen que los bebés eligen a sus padres, incluso los no natos. Ellos se eligieron y yo los elegí a ellos para transcender mi misión: Aprender a curar/me y sanar/me.
Y Gracias también a ti, por volver o mejor dicho, por no haberte ido, porque eso es lo que sucede cuando vuelves. Que mi corazón, en el hogar que tiene habilitado para ti, en estos días de invierno, enciende la chimenea mientras estás tú, en tu otra casa.